Ya está todo arreglado.
Minho entró en el salón con aquella
forma suya de andar tan agresiva y que a Taemin empezaba a resultarle muy
familiar, y verlo aparecer le hizo dar un respingo sobre su silla, pues tenía
la sensación de que apenas había salido
cuando ya estaba de vuelta.
La verdad era que apenas había salido
unos minutos en las últimas cuarenta y ocho horas. Y cada vez que había podido
disfrutar de un breve respiro de su dictatonal presencia, él le había asegurado
que no tardaría más que segundos en volver, cerciorándose así de que supiera
que no iba a tener tiempo de hundirse en la tristeza que lo acechaba.
‑Nos casaremos la mañana anterior a
que tus tíos se vayan de crucero.
‑Ah.
Taemin palideció. No debería permitir
que aquello ocurriera, y Minho lo miró con severidad al verlo morderse el labio
inferior.
‑Key ha accedido a actuar como testigo
por tu parte ‑continuó‑. Quiere que lo llames, y le he dicho que lo harías ‑una
sonrisa cargada de ironía se dibujó en sus
labios‑. Está preocupado por si te estoy reteniendo aquí en contra de tu
voluntad, así que tendrás que convencerlo de que no es así... Lo harás?
Un desafío, sin duda.
‑Yo...
‑ ¿Tienes algo adecuado que ponerte en
esas maletas que trajimos? ‑le preguntó cuando el menor hizo ademán de
contestar la primera pregunta verdadera que le había formulado en aquellas
cuarenta y ocho horas, y la segunda la descentró por completo.
‑Yo... sí... no... no sé... ‑parpadeó
varias veces; aún tenía dificultad para pensar‑. ¿Para... por qué?
‑Para casarte conmigo ‑suspiró el
hundiendo las manos en los bolsillos del pantalón‑. Hiciste picadillo tu
vestido de novia, ¿recuerdas?
Sí que lo recordaba, y aquella imagen
lo hizo estremecerse. Había deshecho su precioso vestido delante de él, se había
quedado completamente desnudo delante de aquel hombre, había vomitado delante
de Minho, se había dejado convencer para que él ocupase el lugar de su hermano,
le había permitido que dijera un montón
de mentiras para engañar a su familia y llevarlo a aquella casa, que se había
convertido en una verdadera fortaleza desde el instante de su llegada. La
enorme puerta de hierro había permanecido cerrada sin dejar pasar a ninguna
visita, y el reducido grupo de periodistas que se habían congregado a la puerta
habían sido ignorado por completo.
Estaba empezando a darse cuenta de que
era el hombre con mayor determinación que conocía. Desde el instante en que
accediera a su descabellada proposición dos días atrás, no le había dado la más
mínima oportunidad de echarse atrás.
Si abría los ojos, Minho estaba
allí. No importaba la hora del día o de
la noche que fuera: siempre estaba allí. Sentado, de pie, paseándose por la
habitación como un animal enjaulado, hasta que el abría los ojos; entonces
empezaban las órdenes: levántate, siéntate, bébete esto, come aquello. Date una
ducha, métete en la cama, duérmete. Y si alguna vez lo veía pensativo, borraba de su cabeza toda idea con
un ladrido gutural de su voz, un método casi cruel para conseguir que no
pensara en su hermano.
Siwon. Una especie de desolación se
apoderó del menor, robándole el ligerísimo matiz de color que habían cobrado
sus mejillas.
‑¡Taemin!
Su voz fue como un latigazo para sus
terminaciones nerviosas, y se obligó a enfocar la mirada para encontrarlo
delante de él, con sus ojos grandes y profundo seccionándolo como láser,
pulverizando todo lo que no fuese su poderosa presencia.
‑Blanco ‑dijo‑. Quiero que te cases
conmigo de blanco. Piensa. ¿Tienes algo blanco en alguna de esas maletas?
Blanco. Tenía que concentrarse en
blanco, en la ropa que componía su precioso ajuar. Entonces se echó a reír, con
una carcajada que sonó histérica.
‑Una playera algo larga con cuello “V”
manga tres cuartos, holgada en color blanco de seda con un pequeño short a juego -le dijo, imaginándose a sí mismo tal
y como se había visto el día que se lo probó en una lencería exclusiva de West
End: Recordó el delicioso estremecimiento de anticipación que sintió al
quedarse mirando su reflejo en el espejo de cuerpo entero de la tienda,
viéndose a sí mismo como Siwon iba a verlo: el blanco por la pureza la seda por
la sensualidad, la delicadeza de su encaje ofreciendo una sugerencia del cuerpo
desnudo que lo esperaba debajo de aquel vestuario.
Su pecho plano, suave y lechoso. La
tersura de su estómago y su diminuta cintura, la seductora redondez de sus glúteos,
la estreches de su cadera y su vientre plano. Y la sombra oscura de su pubis.
‑Supongo que no querrás que me ponga
eso concluyó, riendo otra vez.
Minho frunció el ceño.
‑No, supongo que no ‑y se volvió de
espaldas‑. Llama a Key ‑le ordenó‑. Pídele que elija algo adecuado para ti y
que te lo traiga mañana. Ni tú ni yo podemos arriesgarnos a salir de esas
malditas puertas hasta que todo este asunto haya terminado.
Y pasándose una mano por el pelo,
salió de la habitación. Fue entonces cuando Taemin se dio cuenta de pronto de
que todo aquello tenía que estar siendo tan duro para Minho como para él.
Bueno, casi. El no había perdido a la
persona que amaba... simplemente iba a casarse con alguien a quien no quería.
Siguiendo sus instrucciones, llamó a
Key, aunque la verdad es que aún no estaba preparado para hablar con nadie, y
quizás aún menos con su amigo, que sabía bien lo ciegamente enamorado que había
estado de Siwon.
‑¿Qué está pasando, Taemin? ‑le
preguntó Key en cuanto reconoció su voz‑. Por amor de Dios, Taemin, ¿qué vas a
hacer? ¡No puedes reemplazar a un hermano con el otro! ¡Va a ser un desastre!
“Mi vida ya es un desastre”, pensó, y
cerró los ojos ante la amenaza nunca lejana de las lágrimas.
‑Es lo que quiero ‑dijo Taemin‑. Lo
que ambos queremos.
‑¡Pero si ni siquiera te gusta Minho! ‑gritó,
enfadado y angustiado al mismo tiempo‑. ¡Hasta me dijiste una vez que te daba
un poco de miedo!
‑Lo que temía era lo que me hacía
sentir ‑discutió. Casi era la verdad, porque siempre había tenido la sensación
de que Minho era una amenaza para su felicidad.
‑¡Porque te estabas enamorando de él?
‑“Enamorarme” ¿Qué es el amor?, se
preguntó.
Ya no lo sabía.
‑Sí ‑contestó.
‑Y ahora vas a casarte con él en lugar
de con Siwon.
‑Sí ‑repitió‑. Deberías sentirte
aliviado y no
-Enfadado, a ti Siwon nunca te ha
gustado.
‑Es taimado como un zorro. Alguien que
sonríe tanto como él tiene que estar ocultando algo, pero jamás se me habría
ocurrido pensar que era otro Hombre.
Sus palabras le dolieron.
‑Lo cual viene a demostrar que ha sido
una suerte que hayamos escapado por los pelos, ¿no te parece? se burló con
amargura, recordando, como sin duda estaba haciendo Key, el titular del
periódico de la señora Clough Los hermanos Choi se cambian las novias en el
mayor escándalo amoroso de los últimos tiempos.
Qué montón de mentiras. Minho no
estaba enamorado de él y Heechul nunca había sido novio suyo.
Pero ahora era esposo de Siwon. El
mismo artículo informaba de que Choi Siwon y Kim Heechul
‑Se casaron sólo una hora después de
que Siwon debiera haberse casado con Lee Taemin.
Lo que quería decir que Siwon había
planeado dejarlo plantado ante el altar mucho antes de molestarse en decirle a
su hermano que ya no lo quería.
‑¡Tendrías tiempo de comprarme algo
adecuado para mañana? ‑le preguntó a Key, obligándose a pensar en otra cosa. La
lectura del artículo había sido el único momento en el que había corrido serio
peligro de salir de aquel estado de shock tras el que se ocultaba, pero Minho
lo había impedido. Despues de hacer palidecer a la señora Clough tan sólo con
la mirada por habérsele ocurrido traer aquel periódico, lo había levantado casi
en volandas de la silla para llevarlo a su estudio, sentarlo delante de un
ordenador y entregarle un manuscrito de unas veinte páginas.
Sabes utilizar un procesador de
textos, ¿verdad? ‑le había preguntando, parodiando después su gesto de sorpresa‑.
Pues escribe. Lo necesito para la hora de comer.
‑Sí, claro que puedo salir a comprarte
lo que quieras ‑la voz de Key parecía Ilegarle desde un lugar fuera del tiempo‑.
Pero me gustaría que te tomas un poco más de tiempo para pensar en todo esto
añadió‑. No quiero que sea saltar de la sartén para ir a caer al fuego... ¿Lo
has pensado bien?
Por supuesto que lo había pensado. En
las escasas oportunidades en las que Minho le permitía pensar, claro, ya que el
día anterior lo había pasado enterrado en una verdadera montaña de trabajo que
él le había facilitado.
Pero pensar no lo ayudaba. Nada le
ayudaba. Simplemente no le importaba lo que pudiera ocurrirle.
‑Le quiero ‑dijo, pero las palabras le
parecieron carentes de significado‑. Es a él a quien quiero, y no me lo
estropees.
‑Está bien ‑suspiró Key‑.Nos veremos
mañana.
La elección de Key fue un traje de
chaqueta de Mondi, con la línea severa que caracterizaba a la firma desde hacía
tiempo. El pantalón era recto y ceñido, y la chaqueta dibujaba las curvas de
Taemin hasta la cadera iba abotonada con botones dorados estilo militar, de
acuerdo con el adorno de los puños y el escote.
-No había blusa. El estilo de la
chaqueta no dejaba lugar para ella, y el pantalón parecía añadir más elegancia
a las ya largas piernas de Taemin, cubiertas por la más delicada seda blanca.
-¿Demasiado pegado? ‑le preguntó a Key.
‑¿Estás loco? ‑replicó Key, poniéndose
junto a al menor delante del espejo‑. Minho tendrá que contenerse cuando te vea
vestido así.
Estás maravilloso, Taemin ‑añadió con
dulzura‑. Deslumbrante.
Pero el joven no se sentía
deslumbrante. La imagen que el espejo le devolvía parecía la de un extraño.
Como si aquel chico de ojos castaños claros y pelo liso color ambar recogido en
la nuca fuese otra persona.
De hecho lo único que reconoció fue la
delgada cadena de oro que colgaba de su cuello, con su colgante en forma de
corazón que contenía las fotografías de sus padres.
Sintió los dedos helados al rozar su
adorno más querido, y de pronto las lágrimas brotaron para mejorar el reflejo.
‑¿Por qué lloras?
Taemin parpadeó varias veces, casi
sorprendido de encontrar a su amigo junto a él.
‑Es normal que las novias lloren un
poco, ¿no?
‑Claro. Hasta se les permite que estén
algo pálidas y que parezcan tristes -su voz estaba cargada de socarronería‑. Lo
único que tienes que hacer es sonreír, y
entonces puede que hasta me crea que de verdad quieres hacer esto.
‑No ‑le rogó, apartando la mirada‑. No
me hagas esto, Key. No podría afrontarlo.
‑¿Por qué? ¿Porque en el fondo sabes
que este... matrimonio, por no llamarlo de otra manera, no podría soportar un
examen detenido?
La desesperación se apoderó por
primera vez desde hacía días de su pecho, y aunque intentó ocultarlo, parte de
esa desesperación asomó a sus ojos.
‑¡Por amor de Dios, Taemin! ‑exclamó
Key, sacudiéndolo por los hombros‑. ¿Qué demonios está pasando aquí?
La puerta del dormitorio se abrió, y
como si hubiera podido presentir que sus defensas estaban a punto de
desmoronarse, Minho entró caminando con arrogancia, mirándolos a ambos.
Taemin sintió primero calor y después
frío. Minho llevaba un sencillo traje oscuro con una simple camisa blanca y una
corbata de seda oscura. Nada especial. Pero había algo en él, quizás la rosa
roja que llevaba en la solapa, que le hizo contener el aire en los pulmones y
que un escalofrío le erizara la espalda.
‑Taemin, estás precioso ‑murmuró con
cierta brusquedad‑. ¿Nos vamos?
Como si estuviera en trance, asintió
en silencio y camino hacia él sintiendo la protesta muda de Key a su espalda.
En aquellos días de locura, Minho se
había hecho tan indispensable para el que no podía negarle nada. Era la roca a
la que se aferraba en aquella situación de destrucción que se había adueñado de
él.
Como si él lo supiera, tomó su mano en
cuanto la tuvo a su alcance para calocarla firmemente en el arco de su brazo y
sujetarla allí con su propia mano.
Ya estás a salvo, parecía decir aquel
gesto, y alzó la mirada hacia él y sonrió. Fue una sonrisa débil, pero sonrisa
al fin y al cabo, antes de sumirse de nuevo en aquella especie de mundo de la
nada en el que estaba sumido y dejar que aquel hombre rigiese su destino.
Fue una ceremonia civil breve, para
alivio de Taemin que no se creía capaz de soportar nada más. Sus tíos
estuvieron presentes, y lo besaron y lo abrazaron deseándole toda la felicidad
del mundo, pero parecían sumidos en la misma especie de shock que Taemin.
‑Key fue más directo. Aprovechó un
momento en el que Minho estaba al otro lado de la sala hablando con un hombre
al que había presentado como Onew, su mano derecha, para sujetar a Taemin por
los hombros y obligarlo a mirarlo a los ojos.
-Escúchame bien ‑le dijo‑. Si me necesitas sea para lo que sea, no tienes más
que llamarme. ¿Entendido?
Taemin asintió, y sus ojos se vieron
grandes, oscuros y vacíos.
-Gracias ‑dijo, y besó a su amigo en
la mejilla. No te preocupes por mí, Key,
por favor ‑le ‑ rogó‑. Minho cuidará de mí.
‑¿Ah, sí? ‑replicó Key con
escepticismo‑. Más vale que sea así, o toda la familia Choi tendrán que
vérselas conmigo.
Taemin se las arregló para sonreír.
Aunque Key no estaba en posición de amenazar a una familia tan poderosa como la
Choi, el significado de sus palabras estaba claro: no lo habían engañado.
No hubo recepción alguna. Minho lo
condujo rápidamente a una limusina que los esperaba a la puerta del registro.
Utilizó la excusa de que tenían que tomar un avión, pero Taemin se preguntó si
no sería más bien porque sabía que su engaño no podría pasar una prueba más
larga.
Y el acoso de la prensa no ayudó. Los
flashes de las cámaras habían estado deslumbrándolos desde el momento en que
salieron de casa de Minho, y no habían dejado de hacerlo desde entonces. Para
cuando el conductor de la limusina se alejó de allí, Taemin estaba agotado, ya
que el esfuerzo por parecer el novio feliz lo había dejado exhausto.
‑¿Estás bien? ‑le preguntó Minho,
cubriendo sus manos heladas.
Taemin asintió.
‑¿Crees que saldrá nuestra fotografía
en todos los periódicos de mañana?
El tono de su voz lo decía todo.
‑Eso depende de si ocurre o no algún
desastre entre hoy y la hora del cierre de las ediciones de los periódicos.
Nuestra fotografía servirá para hacerles vender sus tiradas si no surge nada
mejor.
‑¿Cómo te las arreglas para vivir
constantemente vigilado? ‑le preguntó con un pequeño escalofrío.
-No suele ser así ‑contestó, y volvió
a estremecerse al darse cuenta de que, en aquella ocasión, la responsabilidad
era suya.
‑Lo siento ‑susurró.
‑¿Por qué ibas a tener que sentirlo? ‑espetó‑.
No ha sido culpa tuya, Taemin; sino mía.
‑Y de Siwon.
‑Entonces, de los hermanos Choi ‑corrigió
él, y presionó un botón para subir el cristal que los separaba del conductor
baja‑. Asegúrese de haberlos perdido antes de dirigirse al aeropuerto. Ya han
tenido oportunidad suficiente de sacarle partido a esta historia.
El conductor asintió y tras mirar por
el retrovisor, tomó el carril exterior, giró a la izquierda en el siguiente
semáforo y rápidamente a la derecha, como
si se dirigieran de nuevo al domicilio de Minho, y todo el tiempo sin dejar de
observar por el retrovisor. Tras un instante, un nuevo cambio de dirección y tomaron
camino de Heathrow.
‑Sólo tienes tiempo de cambiarte de
ropa antes de que embarquemos ‑le dijo Minho cuando estaban ya en la sala de
embarque de primera clase, y tras entregarle una bolsa, le indicó dónde estaba
el lavabo.
Taemin asintió y volvió diez minutos después
vestido con una camisa de algodón color crema y unos pantalones tostados que la
señora Clough debía haber metido en aquella bolsa, porque desde luego él no lo
había hecho.
Encontró a Minho apoyado en la pared a
escasos metros de la salida del lavabo. El no se había cambiado, pero es que su
atuendo no era tan declaradamente nupcial como el de él. La rosa roja había
desaparecido del ojal de su solapa y en su rostro había vuelto a aparecer
aquella mirada dura a implacable que no había visto durante toda la mañana.
Sus ojos brillaron de una forma
especial al verlo salir, y la sensación de intimidad que se desprendía de
aquella mirada lo incomodó, simplemente porque no la comprendía.
‑Llegamos tarde ‑le dijo al tiempo que
le quitaba la bolsa de viaje para llevarla él; la mirada había desaparecido.
Lo tomó suavemente por un brazo para conducirlo
entre los demás pasajeros. Su paso era muy rápido y Taemin tuvo que esforzarse
por no quedar atrás.
Entraron en el avión por el corredor
de embarque. Sus asientos eran los mejores de primera en aquel boeing 747, pero
hasta que el avión no estuvo en el aire, no se dio cuenta de que no tenía la
más remota idea de a dónde se dirigían.
‑¿Dónde vamos?
‑Ya me había preguntado cuanto tiempo
ibas a tardar en querer saberlo ‑contestó él con una sonrisa algo tensa‑. Muy
lejos. A Korea, Seúl para ser exactos.
-¿corea?,-parpadeó él.
‑¿Cuánto tiempo tardaremos?
‑Quince horas si tenemos un poco de
suerte, y diecisiete si no la tenemos ‑hizo una seña a una azafata y le pidió
unos refrescos antes de recostarse en su asiento y ‑sacar algo del bolsillo de
su chaqueta‑. Ten, tómatelas.
Taemin extendió automáticamente la
mano y él le entregó dos pastillas.
-Pero...
‑Nada de peros. Es un vuelo infernal,
así que lo mejor es que duermas cuanto puedas.
La azafata les sirvió los refrescos.
Tenía una sonrisa agradable y rasgos orientales.
‑Tómate las pastillas, Taemin ‑le
ordenó, con uno de los vasos en la mano.
Sin molestarse en discutir, hizo lo
que le mandaba y bebió para tragarlas.
‑Y quizás sea éste un buen
momento de advertirlo que esas dos pastillas son las últimas que voy a darte ‑le
informó cuando Taemin se recostó contra el respaldo del asiento con un suspiro.
Taemin se volvió a mirarlo sorprendido‑. Ya es
hora de que vuelvas a recuperar el control de ti mismo ‑le explicó él con
suavidad‑. Tomar pastillas sólo sirve para dormir los problemas, no para
curarlos.
‑Yo no las he pedido ‑le recordó‑. Has
sido tú quien me ha obligado a tomarlas.
‑Pues voy a dejar de hacerlo. Y ahora,
háblame de tus padres. Tu padre era un médico Koreano, ¿no?
¿Cómo lo sabía?, se preguntó al tiempo
de asentir.
‑Pero cursó sus estudios aquí en
Londres, que es donde conoció a mi madre, ella era enfermera y los dos trabajaban
en el mismo hospital universitario...murieron ‑murmuró, e inconscientemente
rozó con sus dedos el pequeño corazón que colgaba de su cuello. Un coche bomba
explotó en Beirut mientras ellos trabajaban para una agencia de cooperación
internacional.
‑¿Cuántos años tenías tú?
‑Trece ‑sonrió tristemente‑. Estaba
con mis tíos por aquel entonces, así que, simplemente... seguí con ellos. Han
sido muy buenos conmigo ‑añadió.
‑Pero aún echas de menos a tus padres.
‑Sí.
‑Sh... ‑murmuró cuando sus ojos claros
se llenaron de lágrimas.
Entonces hizo algo extraño. Tomó el
colgante con los dedos, lo acercó a los labios de Taemin como si los acariciase
con él y volvió a dejarlo sobre su garganta.
‑Duérmete ‑le ordenó suavemente.
Eso fue lo último que Taemin fue capaz
de recordar.
El ascensor en el que viajaba cayó de
golpe diez pisos. Abrió los ojos, y aquella horrible sensación de caída
le dejó el corazón en el aire. Entonces miró a su alrededor, incapaz de
reconocer el entorno, y tardó unos minutos en contener la desolación que había
experimentado para poder interesarse por lo que ocurría en torno a él.
La cabina estaba a oscuras, y el
lejano ronroneo de los motores apenas perturbaba la quietud que los rodeaba.
Alguien había recostado su asiento, lo había tapado con una manta fina y había
colocado una almohada junto a su mejilla. Las persianas estaban bajas, pero le
bastó con echar un rápido vistazo para comprobar que estaba tan oscuro fuera
como dentro.
Giró la cabeza despacio y se encontró
con el rostro dormido de Minho. Su inesperada proximidad lo obligó a contener
la respiración. No se había esperado encontrarlo dormido. Durante los últimos
días siempre lo había visto alerta, y le resultó bastante desconcertante verlo
así.
Como el suyo, su asiento estaba
reclinado, y su rostro moreno girado hacia él. Se había quitado la chaqueta, y
la corbata también había desaparecido. Los botones superiores de la camisa
estaban desabrochados y se había subido las mangas, de modo que dejaban al
descubierto el vello fino que cubaría sus antebrazos. Tenía las manos entrelazadas
sobre el estómago, y la alianza de oro que él había insistido en que le pusiera
brillaba delicadamente en su mano izquierda.
Entonces se miró sus propias manos,
enlazadas de la misma manera, y estudió aquella otra alianza igual que la de Minho.
Casado con un extraño.
¿Qué pensaría Minho? ¿Qué pensaría de
verdad sobre aquella descabellada relación en la que se habían embarcado?
Su rostro no revelaba nada, como era
habitual en él. Aún estando en reposo, seguía manteniendo sus pensamientos para
sí mismo. Sin embargo, con sus ojos grises como el invierno ocultos tras los
largos parpados, su aspecto era
distinto, más amable, incluso su boca parecía más suave, más amable, y la línea
de sus labios le pareció sorprendentemente sensual.
Sorprendente porque nunca había
pensado en Minho de ese modo. Pero estaba empezando a sentir que algo se
despertaba dentro de él, algo como el roce de las yemas de unos dedos en la
cintura, y su corazón dio un doloroso traspié.
No. Cerró los ojos para bloquearlo...
para bloquearlo a él. Minho podía haberse convertido en un ser indispensable
para él en aquel momento, pero no quería sentir nada por él. Ya tenía bastante
traumatizadas sus sensaciones.
Siwon. Un susurro se escapó de sus
labios, triste y dolorido.
‑¿Estás despierto?
Abrió los ojos para encontrarse con
aquella mirada gris y menos inquisitiva en la oscuridad.
¿De verdad era capaz de saber en qué
momento volvía a pensar en su hermano? Era increíble la forma en que se las
arreglaba para interrumpir sus pensamientos cada vez que llegaba a conjurar el
rostro de Siwon ante sus ojos.
‑Sí ‑contestó‑.¿Cuánto tiempo?
‑Unas ocho horas ‑contestó, tras
consultar el reloj‑. No está mal.
Y con un gesto de la mano, apartó un
mechón de cabello perdido de su mejilla. Aquello lo sobresaltó, y no porque lo
hubiese tocado, sino porque había vuelto a sentir esa sensación en el estómago.
No podría haberle ofendido más si de
pronto se hubiese abalanzado sobre él para atacarlo físicamente, porque toda la
gentileza desapareció de su rostro y en un abrir y cerrar de ojos, levantó el
respaldo de su asiento y encendió la luz.
Taemin se quedó tal y como estaba un
instante con la culpabilidad latiéndole en el pecho. Después se inorporó
despacio.
‑Lo siento ‑dijo en voz baja‑. Yo
no...
-Supongo que estas preparado para
tomar una copa.
Interrumpió su disculpa y pulsó el
botón para llamar a la azafata. Quizás se lo merecía. Minho había sido su apoyo
incondicional durante aquellos días, y era natural que pensara que podía tocarlo
sin que el reaccionase de forma tan violenta.
El resto del viaje fue una odisea,
principalmente porque no pudo volver a dormirse y tuvo que quedarse junto a
Minho mientras él estaba inmerso en documentos de su trabajo. Había sacado un
maletín en el que ella no había reparado antes de debajo del asiento, y la
ignoró durante el resto del tiempo.
Taemin se las arregló para contener
otro respingo cuando él de pronto se inclinó por delante de él y sus cuerpos se
rozaron al levantar la cortinilla de la ventana.
‑Si quieres disfrutar de una de las
vistas más espectaculares que existen, echa un vistazo –sugirió Minho.
Taemin parpadeó varias veces; no podía
comprender los cosquilleos que su roce inocente habían activado en el. No tenía
que ser la sorpresa lo que había causado aquella sensación, y no...
‑¿Taemin?
Por fin miró a su derecha... y lo que vio
le cortó la respiración.
Brillaba el sol y a sus pies las aguas
del famoso puerto Victoria refulgían a la luz del sol. Y extendiéndose hasta
donde la vista podía alcanzar, estaban los edificios. Altos, de todas las
formas y tamaños, apretados los unos contra los otros, exudando una extraña
forma de bellezs que despertaba los sentidos.
‑Esto es Seul ‑dijo Minho‑. La hermosa
capital de Korea
Aquí se compra y se vende cualquier
clase de cosa. Para ser un pequeño afloramiento en la roca, contiene más poder
corporativo de lo que la mayoría de los gobiernos del mundo están dispuestos a
admitir.
Desde luego no era de extrañar, se
dijo Taemin al contemplar asombrada aquel lugar que podía dejar a Manhattan en
paños menores.
‑Más de seis millones de personas
viven y trabajan en ese pequeño trozo de tierra ‑continuó él‑. Y hay días en
que te lo crees a pies juntillas ‑añadió‑. Pero, por otro lado, yo llevo
viniendo aquí durante mucho tiempo ya, y puedo decirte que jamás he visto un
trozo de papel en el suelo, o un rastro de vandalismo de algún tipo.
Seúl es una ciudad orgullosa de sí misma y de sus
logros, y la gente refleja ese orgullo en la forma en que cuidan su ciudad.
Aunque, en realidad, no me refería a todo eso cuando te decía que mirases ‑dijo,
y casi como para corroborarlo, el avión dio un bote‑. Me refería más bien a
esto...
Taemin alargó inconscientemente la
mano para agarrarse a algo, a lo que fuera, y lo más cercano era el brazo de
Minho.
‑¡Dios mío! ‑exclamó‑. ¡No debemos
estar a más de diez metros de la azotea de esos edificios!
‑Pone los pelos de punta, ¿verdad? ‑sonrió‑.
Kowloon está considerado como el aeropuerto con la maniobra de aproximación más
peligrosa de todo el mundo, y sin embargo su récord en seguridad es intachable.
Lo conseguiremos, no te preocupes ‑le aseguró.
Fue entonces cuando se dio cuenta de
la fuerza con que estaba clavando las uñas en su brazo, y con rapidez, lo
soltó.
-Lo siento ‑dijo‑. No pretendía...
Pero la respuesta de Minho fue tomar
su mano, ponerla de nuevo sobre su brazo y retenerla allí.
‑Creía que ya lo sabías, Taemin ‑murmuró‑.
Puedes aferrarte a mí tan fuerte como quieras. Para eso estoy aquí. Y eso es lo
que quiero.
Taemin lo miró sin respirar. No, no
podía ser. Minho no lo quería. No podía quererlo. Estaban casados, sí, pero lo
suyo no era un matrimonio a la forma tradicional. Era simplemente un lavado de
cara, y no debía permitirse pensar que era otra cosa. No en aquel momento;
todavía no. Quizás nunca...
Me has dejado sin palabras… Nos los entiendo, sinceramente no los entiendo. Son tan condenadamente perfectos juntos que me encanta, aunque no lo estén realmente, no todavía. Una leve corazonada me dice que Minho ha callado sus sentimientos por Taemin todo ese tiempo por verlo con otro, su hermano, disfrazándolos de amargura y desprecio por el simple hecho de no tenerlo a su lado. Quizá sea errónea mi idea, puede que ambos se estén enamorando ahora que están pasando tiempo juntos, pero no sé, podría ser también que siente lastima y un gran compromiso por salvar su apellido.. ¿Te he dicho ya que me gusta mucho tu historia? Pues si, me encanta. Seré paciente y espero continúes pronto.
ResponderEliminarYo apoyo la teoría de Lolpil, es que la forma de actuar de Minho indica todo lo antes dicho. Minho se enamoro de ese chiquillo, tal vez con el tiempo o antes de que Siwon lo presentara como su novio, tal vez por eso sabía lo del padre de Taemin, en verdad, Minho me pone a pensar y a desear mucho en su actitud. Espero ver pronto el próximo capitulo de todos los fics :)
ResponderEliminarSí, soy yo de nuevo… Dije que seria paciente. Pero, ¿no crees que he esperado demasiado ya?
ResponderEliminarsii.. lo siento... realmente he andado muy ocupada peor prometo que me dare mi tiempo para actualizar y continuar con mis fics ok
EliminarOHH pobre Tae ya esta con problemas existenciales con respecto a Minho, espero que las cosas entre los dos mejoren pronto..
ResponderEliminargracias por el capitulo
ASDADADASD...HACE TIEMPO QUE ESPERABA LEER CONTI DE ESTE FIC.. ME HAS HECHO FELIZ... .) AHHH OJALA Q SIGAN AFLORANDO SENTIMIENTOS EN ESE PAR...ELLOS SE NECESITAN MUCHO...
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